Hace un año tuve que ir con mi endocrinólogo por lo mal que
me sentía. Tenía dolor en las manos, estaban hinchadas, tenía el abdomen
hinchado, pesaba 60 kilos y tenía un dolor punzante en rodillas, brazos y
plantas de los pies. Todo el día.
Sabiendo que padecía de tiroiditis de Hashimoto, una
enfermedad autoinmune que ataca la tiroides, el médico ignorante me envió con
un reumatólogo, el cual con sólo hacerme un par de preguntas y apretando mis
pies para confirmar el dolor, me dijo, con toda la seguridad del mundo, que
padecía de una enfermedad autoinmune más que podía ser artritis reumatoide,
lupus, o alguna “enfermedad del tejido conectivo”. Recuerdo haber
salido llorando del consultorio y pensando por un momento qué pecado había
cometido, por qué la vida me estaba tratando tan mal a pesar de ser una buena
persona y qué calidad de vida me esperaba.